Esta semana comenzó con la incertidumbre de cómo reaccionarían los mercados, y en concreto las bolsas europeas, una vez que definitivamente se hizo realidad la amenaza de la agencia de calificación americana Standard & Poor´s (S&P). No solo quitó a Francia y Austria la triple AAA sino que también decidió bajar al mismo tiempo la calificación a otros siete países de la zona euro. Y, como consecuencia lógica, el Fondo de Rescate de la zona euro, conocido como el EFSF (en sus siglas en inglés), se ha visto también despojado de la triple AAA, pasando a tener la AA+, el pasado lunes.
En el caso de España, los mercados han aceptado con mejores resultados de los esperados las emisiones del Tesoro de ayer, reduciendo su coste casi a la mitad. En el resto de Europa, las bolsas casi no se vieron alteradas y siguieron el vaivén de subidas y bajadas, sin provocar muchos sobresaltos. Es evidente que los mercados ya daban por descontado que esto sucedería más pronto que tarde y las bolsas ya reflejaban dicha bajada antes de hacerse realidad.
Una vez llegados a este punto, lo interesante es valorar cómo afectará esta situación a las relaciones entre los distintos estados de la zona euro. Me gustaría destacar que, a pesar de que la decisión de S&P no fue una sorpresa para nadie, sí creo que la superioridad de Alemania con su triple AAA, con respecto al resto de la zona euro, nos afectará. Políticamente hubiera sido más fácil que todos los países de la eurozona hubieran perdido la triple AAA, la gestión de la crisis hubiera sido más rápida y eficaz, desde el principio.
Las relaciones entre Alemania y Francia ya de por sí estaban escoradas a favor de Alemania y ahora el desequilibrio se acentúa. Alemania se encuentra en condiciones de exigir más para conseguir sus propios objetivos, que no necesariamente son los óptimos para el resto de Europa. La disciplina fiscal es su meta. Hace escasamente diez días parecía que Merkel comenzaba a cambiar su discurso para aceptar que solo con disciplina presupuestaria no se iban a resolver los problemas y que eran necesarios coordinar medidas compatibles con el crecimiento económico. Para ello pedía reformas estructurales y mejorar en la gestión del gasto en todos los países de la zona euro. Pero después del anuncio de S&P volvió a declarar que lo que urge es la disciplina presupuestaria, olvidando mencionar la necesidad de impulsar el crecimiento económico y la creación de empleo en la Unión. Da la impresión que Alemania y Francia ya eran conocedores de que S&P iba a comunicar, de forma inminente, la bajada masiva de rating de los estados de la eurozona y que ambos países pretendían, con aquella rueda de prensa, posponer la decisión de la agencia de calificación americana. Una vez no conseguido el objetivo, Alemania pone otra vez velocidad de crucero y mantiene su postura de la necesidad de equilibrio y disciplina presupuestaria sean cuales sean las situaciones en las que se encuentren cada país.
Europa, en su conjunto, tendrá que definir que es prioritario, si el crecimiento económico o el equilibrio presupuestario, si no fuese posible compaginar ambos políticas al unísono. Mientras estas decisiones no estén claras, las agencias de calificación no serán nuestro mayor enemigo, sino nosotros mismos.
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