IslasCanarias-África
 
Canarias necesita urgentemente construir su propia “Arca de Noé” y para ello es necesario que todos los partidos políticos se pongan de acuerdo,  independientemente de que se encuentren en el gobierno o en la oposición. 
La situación de Canarias ha llegado a unos límites en los que, aun siendo posible empeorar, es evidente que no vamos a mejorar sin un consenso político y social. Es necesario hacer un gran esfuerzo y apoyar las decisiones y políticas controvertidas  que los gobernantes tendrán que ejecutar de inmediato, anteponiendo ese gran pacto político a sus propias siglas e intereses partidistas. Me resisto a creer que esto es una utopía. 
Canarias debe consensuar una unidad económica regional. Es la única forma de depender lo menos posible de las decisiones y coyunturas en la que, históricamente, nuestra Comunidad  no ha podido ni ha sabido influir. Solo hay que hacer un repaso a las grandes crisis que ha sufrido Canarias para darse cuenta de la necesidad que tenemos de autogestionar nuestras propias limitaciones. La primera gran crisis que asoló a las Canarias abarcó desde los años 1820 hasta 1850 y, fundamentalmente, fue consecuencia del fin de la política proteccionista del Estado Español, que dejó de favorecer los servicios marítimos y el sector agroexportador de Canarias.  Por lo tanto la crisis fue provocada porque el Gobierno Español decidió, con una política nacional y no diferenciada para un territorio con tantas especificidades como las Canarias, incrementar los aranceles y proteger la marina nacional. El resultado fue inmediato: las flotas extranjeras que atracaban en nuestros puertos se vieron obligadas a dejar  el mercado canario. Esta situación se suavizó con la entrada en vigor del Decreto de Puertos Francos, de 1852, que nos reconocía un hecho diferencial con respecto al resto del territorio español. En aquella época, los Puertos Francos resucitaron la economía de las Islas. 
La Primera Guerra Mundial y la depresión de 1929 provocaron grandes vaivenes en nuestra economía, pero la segunda gran crisis de Canarias se produjo entre los años 1936 y 1959 y no tanto por la guerra civil y sus posteriores consecuencias, sino por la decisión unilateral, nuevamente por parte del gobierno central, de eliminar el mercado librecambista isleño y provocar así la subordinación de la política económica de Canarias a la economía de la autarquía franquista. Si nos centramos en estas dos grandes crisis (dejando para otro momento las crisis de los 70 y, posteriormente, la crisis de los 90) podemos concluir que las dos grandes crisis que ha sufrido Canarias se han acentuado por el no reconocimiento, del gobierno central, de las peculiaridades propias de una región ultraperiférica.
Por lo tanto, el primer paso que habría que dar para poder comenzar a construir nuestra Arca de Noé es analizar cuál debe ser nuestra unidad económica regional o modelo productivo y, una vez alcanzado ese acuerdo, garantizarlo con un Régimen Económico y Fiscal de Canarias que no se pueda considerar una ayuda de Estado y, esté, por tanto, en constante revisión. Es imprescindible que esa especificidad esté recogida en la Constitución Española, como signo de nuestra diferenciación del resto del territorio español.
Actualmente el Estado central, de momento, tampoco ha diferenciado entre  el sistema eléctrico insular  y el peninsular  y nos encontramos con legislaciones en energías renovables que no tienen en cuenta las especificidades de nuestro archipiélago, con algo tan sencillo, por ejemplo, como la mayor exposición solar. El marco regulatorio se ha diseñado, una vez más, para unas condiciones continentales donde las energías renovables son más caras que las tradicionales mientras que en Canarias ocurre todo lo contrario. En los próximos artículos me centraré en estas grandes diferencias.
Habrá que confiar en que el nuevo Ministro canario José Manuel Soria, conocedor de estas diferencias, sea capaz de convencer al resto del Gobierno español que Canarias debe y tiene que tener un marco regulatorio diferenciado en cuanto a las energías se refiere.
Es evidente que el modelo productivo actual de nuestras islas no es suficiente y que en épocas de crisis nos vemos más afectados que otras regiones. Todos estaremos de acuerdo en que, es deseable, si no cambiarlo radicalmente, al menos complementarlo. La posibilidad de la existencia de petróleo  cerca de nuestras costas puede ser uno de los pilares que pueden modificarlo. Habrá que sacar el máximo provecho para nuestras islas si finalmente se confirma, y sólo se puede y se debe conseguir desde el diálogo.