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Aunque el sentimiento generalizado que existe en todo el mundo sobre las agencias de calificación es de desagrado, y concretamente en Europa es de enfado mayúsculo, no se puede culpar de la crisis de la deuda soberana de los países de la eurozona a dichas agencias. Es cierto que agravan el problema, pero no es menos cierto que la economía europea lleva muchos meses en una situación muy delicada. Hasta ahora, se estaban buscando soluciones a problemas concretos, haciendo rescates a países europeos de menor tamaño sobre todo para ganar tiempo y tratar de calmar las fuerzas de los mercados. Pero, desde mi punto de vista, la convocatoria de una reunión extraordinaria previa a la del Eurogrupo tampoco ha facilitado las cosas, menos aún para Italia y España. Aún me parece más preocupante, que una vez terminada  la reunión del Eurogrupo, se haga una declaración de intenciones y se pospongan las decisiones unas semanas más. Resulta extraño que las instituciones europeas no se den cuenta de que precisamente, lo que no tenemos es tiempo, ni credibilidad. Y estos pasos dados sin rumbo aparente, provocan que los mercados interpreten que existe vulnerabilidad y que las propias instituciones no tienen claro qué es lo que deben hacer, ni con Grecia, ni con el futuro que desean para Europa en su conjunto. Es cierto que, los Estados fuertes del euro tienen más que decir que los débiles, sin que por ello se les tenga que culpabilizar de todo, España no se puede quedar de brazos cruzados esperando la respuesta de los demás.
La historia está llena de ejemplos en los que la política nunca ha podido frenar las fuerzas de los mercados eternamente, yo diría incluso, que en esta ocasión, se está aguantando bastante. Fue suficiente que en  la reunión del Eurogrupo, no se alcanzaran los acuerdos para Grecia y que Moody’s rebajara, una vez más, la calificación de la deuda española, para que la eurozona se precipitara al caos el pasado martes.
España no es la única que se está viendo afectada por: la indecisión europea; la desconfianza y la falta de liderazgo político en Europa; las agencias de calificación y la incertidumbre de los resultados del test de resistencia de los bancos. En escasamente una semana los acontecimientos se han ido desencadenando. Primero tiraron por tierra las propuestas que planteaban Francia para dar salida a la crisis de Grecia, por considerar que las mismas implicarían que el país heleno no había sido capaz de afrontar sus deudas y por lo tanto su calificación sería muy negativa. Posteriormente la deuda soberana de Portugal  vio rebajada su calificación a la de bonos basura; al mismo tiempo, la amenaza cayó sobre Italia, que hasta ahora milagrosamente pasaba desapercibida; y por último le tocó el turno a España e Irlanda.
Europa se encuentra en una crisis económica sin duda alguna, pero se evidencia cada vez más una crisis, aún mayor, de liderazgo político y de mando que sepa asumir y ejecutar las pocas opciones que le van quedando. Hasta ahora, los rescates que se han ejecutado han sido parches encaminados  a tranquilizar los mercados, pero ahora, los casos de Italia o de España, podrían provocar la caída del sistema económico europeo, en un corto plazo de tiempo. Es necesario tomar decisiones y ejecutarlas sin dilación, si el deseo de todos es mantener el euro, en lo que parece que sí están de acuerdo la inmensa mayoría de los estados miembros.
Trichet ya no se encuentra solo cuando demanda una política fiscal y la creación de un Ministerio de Finanzas europeo. Nos acercamos al momento de unificar los bonos nacionales por bonos europeos con una tasa de interés común, de los que responda el conjunto de la unión europea. Aunque el camino esté lleno de obstáculos,  estaríamos dando los primeros pasos hacia una unión fiscal y posteriormente tendría que llegar un federalismo europeo. De esta manera se podría recuperar no solo la economía, sino también la confianza en la Unión Europea, que tan quebrada está.

Raquel Lucía Pérez Brito
Economista, abogada y Licenciada en Ciencias Políticas
@errelu