ojohNo hay nada menos oportuno, en estos momentos, que pensar que lo peor ya ha pasado y creer que los mercados ya empiezan a ver la luz al final del túnel en la mal llamada crisis de la deuda soberana en la eurozona. Es cierto que se han llegado a acuerdos importantísimos y necesarios, que permiten ganar tiempo, pero la situación en Grecia es igualmente mala, como también lo es la de Portugal y ahora en el ojo del huracán está el sistema financiero europeo y tocando de lleno el español.
Hay países como Bélgica, Alemania y Francia, que tienen más deuda pública que España. Sin embargo, durante la última década, el endeudamiento del sector privado español fue el que más creció entre los países desarrollados, encontrándose ahora muy por encima del promedio europeo. Los recursos financieros que las familias y las empresas demandaban para invertir y consumir fueron asumidos por el ahorro nacional en un tercio y el resto por prestamistas extranjeros. Esto provoca que el ataque a la deuda soberana de nuestro país, no se deba exclusivamente al tamaño de la misma, sino a lo que se percibe en el exterior sobre la capacidad de pago del Estado, las empresas y las familias en relación a toda su deuda exterior, no exclusivamente a la deuda soberana. Por lo tanto, en nuestro caso, no deberíamos hablar de “crisis de la deuda soberana”, sino de “crisis de la deuda privada”.
La dependencia de España de los inversores extranjeros provoca que sean estos los que dirijan las políticas económicas de nuestro Estado, juzgando si las decisiones que se toman son o no acertadas. De momento, nuestro Gobierno ha sido capaz de templar esta presión de los mercados. El siguiente reto, y el más importante, es hacer crecer la demanda interna, la productividad, la competitividad y las exportaciones, como única forma de crecimiento. Al mismo tiempo es necesario refinanciar la deuda que vence en los próximos doce meses. Es cierto que para conseguir dichos objetivos la presión se ejerce sobre las llamadas “reformas estructurales”. Y por ello los ciudadanos detectan la amenaza de recortes de derechos laborales, sociales y un latente peligro de regresión en sus condiciones de vida. No se trata de hacer milagros, se trata de ser realistas. Dichas reformas están provocando que se vuelva a tener confianza en España. Pero en paralelo, será necesario buscar soluciones al endeudamiento privado, que es el principal problema de nuestra economía y que impide la recuperación de la demanda interna y la reactivación de la inversión privada. Una de las posibles soluciones pasa por refinanciar la deuda privada, tal y como se hará con la pública, pero con el ahorro nacional. El Estado podría convertir esa deuda privada en pública y canalizar el ahorro privado nacional con deducciones fiscales a los prestamistas nacionales. Estos deben tener un aliciente para invertir.
Se debería, en mi opinión, comenzar a solucionar el problema de la deuda privada y posteriormente asumir la pública. Ambas a la vez, como se pretende hacer, ralentizarán el proceso.
Con estas medida el nivel de deuda se mantendría, pero se disminuiría, poco a poco, la dependencia de los mercados y sus ataques.