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Alemania y el Banco Central Europeo han tardado en decidir la forma en que aceptarán un nuevo rescate de Grecia. Alemania exigía como “condición sine qua non” que los inversores privados se involucrasen en el proceso. La posibilidad, real, de que no se llegara a un acuerdo provocó caídas en las bolsas y un aumento de la prima de riesgo que afectó, principalmente, a los países considerados de la periferia, de la que España no termina de salir y donde Italia ha entrado en las últimas semanas.

El viernes pasado, Merkel, después de una reunión con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, daba un paso hacia un lado, permitiendo que los acreedores griegos suscribieran, “de manera informal y voluntaria”, nueva deuda, según vaya venciendo la que tienen en cartera y no asumiendo más riesgo con el país, si no lo desean. La eurozona y los mercados bursátiles cogieron aire…

Se dio por hecho que el pasado fin de semana, salvadas las grandes diferencias, el Ecofin sería capaz de llegar a un acuerdo de entrega del quinto tramo del primer rescate de Grecia, y que se centraría en los tiempos y formas para el segundo rescate. Pero el lunes amanecimos con otra noticia: habían decidido aplazar la toma de decisiones sobre el país heleno hasta julio. Ello ha provocado, una vez más, incertidumbre en los mercados, y las bolsas volvieron a perder posiciones.
En mi opinión, es realmente significativo y elogiable el cambio de rumbo de Angela Merkel. Ella es consciente de que su decisión le provocará un gran desgaste político, pero ha hecho lo que tenía que hacer. La canciller parece que ha aceptado que no puede seguir tensionando la zona euro. Si Grecia llega a la situación de no poder hacer frente a sus compromisos de pago, las consecuencias inmediatas son evidentes: Grecia abandonaría la Unión Monetaria, provocando un colapso inmediato, no sólo para su país. En la caída arrastraría, en primer lugar, a los países considerados de la periferia y, posteriormente, a toda la zona euro, provocando una enorme desconfianza entre los actores económicos y una nueva crisis mundial, cuyas consecuencias no queremos ni imaginar. Una quiebra griega tendría efectos peores que la que provocó Lehman Brothers, que aún perduran. Alemania sabe que su economía no quedaría al margen de dichas consecuencias, pero, quizás, también hay otro tipo de sentimientos que se mezclan. Merkel no quiere cargar con el peso de la historia, ni que alguien la pueda señalar como la principal causante del hundimiento de la Unión Europea debido a las tensiones de Alemania.

Una vez asumido que es necesario poner fin a la crisis Griega y pronto, es muy probable que Alemania siga dando pasos que, hasta ahora, eran impensables: aceptar una prolongación del plazo de la deuda griega, una condonación parcial de ésta… El tiempo lo dirá. Pero el tiempo corre en contra de Europa.

Raquel Lucía Pérez Brito
Economista, abogada y Licenciada en Ciencias Políticas
@errelu