Durante estos últimos años de agitación, en tertulias y en los medios de comunicación, se han utilizado indistintamente términos como recesión, crisis o depresión, para hablar de la situación económica en la que nos encontramos. En ningún caso se aclara por qué se les denomina de esa forma o qué implicaciones tiene cada uno de ellos.
Hay que tener en cuenta que no existe una definición ampliamente consensuada para los términos anteriores, aunque sí hay algunas propuestas más o menos coincidentes. Se puede definir la recesión como una disminución generalizada de la actividad económica y por tanto del empleo de un país durante un periodo de tiempo suficientemente prolongado (más o menos dos trimestres).
La recesión puede producirse de forma suave o abrupta. En el último caso, un elevado número de empresas entra en quiebra arrastrando a los proveedores, pasando la recesión a convertirse en crisis. La disminución de la actividad económica provoca obligatoriamente tasas elevadas de desempleo. Por lo tanto, si la situación se complica, una crisis puede convertirse en una depresión.
La depresión es la forma más grave que puede presentar una crisis económica que consiste en una gran disminución sostenida de la producción, de la inversión, del consumo, acompañada por quiebras empresariales y ahora también por quiebras estatales que afectan todas ellas en su conjunto, inexorablemente, al empleo. Para algunos economistas, se puede hablar de depresión cuando se produce un declive del PIB cercano al 10% y previamente ha habido una recesión que dure más de 3 años. Pero además, una depresión posee una característica más, la restricción del crédito.
Este ejercicio que podría parecer poco interesante, considero que es necesario para poder concretar en qué situación nos encontramos y hacia dónde se está dirigiendo la economía con las medidas que se están proponiendo ejecutar en los próximos meses tanto a nivel europeo como nacional.
Que la crisis ya ha alcanzado el nivel de depresión en algunos países de la eurozona es evidente. Los datos objetivos indican que el conjunto de la Unión Europea está creciendo muy lentamente, pero crece, por lo tanto no estamos en depresión sino en la fase previa, en crisis.
La reflexión la quiero centrar en si una reducción mayor del crédito, como es previsible que ocurra, después de los acuerdos de la última cumbre en Bruselas, provocará o no la depresión en el conjunto de la Unión Europea, como auguran algunos. Y si dichos acuerdos serán, o no, el comienzo de las soluciones para Europa.
La respuesta no es sencilla ni única, intervienen múltiples factores que se interrelacionan entre sí. En las próximas columnas, nos centraremos en estas cuestiones.
Raquel Lucía Pérez Brito. @errelu.
Economista, abogada y licenciada en Ciencias Políticas.
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