Hace escasamente cuatro meses era impensable creer que Berlusconi presentaría su dimisión por «sentido de Estado y de responsabilidad». En Grecia, ha ocurrido exactamente lo mismo, el gobierno no ha aguantado la presión y después del órdago del referéndum el Presidente se vio obligado a dimitir. Los sustitutos, en ambos casos, se consideran tecnócratas. Sin embargo, en estos momentos es tan importante tener claro lo que se quiere hacer y sus consecuencias como tener el liderazgo suficiente para saber explicar las reformas que se van a llevar a cabo para que los ciudadanos entiendan, acepten y apoyen las iniciativas por muy duras que sean. Me temo que estos tecnócratas no están acostumbrados a lidiar con los políticos a los que tendrán que dar cuenta en sus respectivos parlamentos. Y es posible que lejos de resolver los problemas de sus respectivos países, se enfrentarán a éstos, que no estarán a la altura de las circunstancias y no facilitarán el trabajo de los nuevos Presidentes. Sólo un calendario electoral definido con prontitud podría minimizar el caos. Sería estupendo que me equivocara, es más, desearía estar equivocada. Realmente en Europa existe tanto una gran crisis económica, financiera y de deuda soberana como una gran crisis Política con mayúscula, hasta alcanzar la fatiga política.
En España, tras el próximo domingo, habrá un nuevo Gobierno que será elegido por todos los que decidan ir a votar ese día, que debería ser la inmensa mayoría, dada las circunstancias. Independientemente de que el nuevo Gobierno cuente o no con mayoría absoluta, si existiera madurez política, el mismo lunes, los partidos en la oposición deberían ponerse al servicio del ganador para apoyar las iniciativas que se pongan sobre la mesa, provocando diálogos y acuerdos que inyectarían confianza en nuestro país. Pero también en este caso dudo mucho que el Gobierno y la oposición se pongan de acuerdo, motivados por el deber patriótico y el sentido de Estado; es más, diría que nos esperan unos meses muy duros y conflictivos.
Es imprescindible que los mercados vuelvan a confiar en España para poder optar a una refinanciación de la deuda que se vence en los próximos meses y a la que no podremos hacer frente solos, debido al escaso o nulo crecimiento de nuestro país. La madurez política de nuestros representantes es una urgencia nacional. En el corto plazo tenemos la necesidad de ser capaces de dar una imagen de unidad y seriedad política para que los inversores apuesten por nosotros. Ellos necesitan comprobar que España pone en marcha las reformas adecuadas y que la unidad política del país sea un hecho. Inyectando confianza España podrá obtener, nuevamente, el apoyo de los inversores y refinanciar sus deudas a un interés más bajo que el actual. El camino seguirá siendo muy duro, pero al menos tendremos un margen de tiempo para poder recuperar el crecimiento económico. Si conseguimos la unidad, las reformas que se van a ejecutar tendrán resultados positivos en el medio y largo plazo.
Raquel Lucía Pérez Brito. @errelu
Economista, abogada y licenciada en Ciencias Políticas.
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