Las miradas están ahora puestas en la cumbre prevista para el 9 de diciembre. Alemania ha presionado lo suficiente, hasta convencer a Francia, para proponer cambios en el tratado de la Unión Europea. Aunque no se haya oído hablar mucho sobre este tema, preocupados como se ha estado por la prima de riesgo y de la deuda soberana de los países de la periferia, la realidad es que se lleva sopesando la conveniencia o no de hacer cambios en el Tratado desde hace ya algún tiempo. Hay algunos países, como el Reino Unido, que consideran que no es el momento adecuado para proponerlos porque un amplio debate sobre los cambios necesarios podría provocar tensiones dentro de cada Estado miembro que podrían desestabilizar más aún la maltrecha economía europea. No es que se nieguen a los cambios, es que simplemente están convencidos de que la eurozona ya cuenta con las herramientas y la autoridad suficiente para fortalecer la coordinación y supervisión de su disciplina presupuestaria con el Tratado de Lisboa.
Sin embargo, Alemania no está dispuesta a dar pasos sin hacer las reformas dentro de los Tratados. Pretende incluir la posibilidad de imponer sanciones a los gobiernos que rompan las reglas de la deuda, del déficit y cualquier otra medida fiscal que se plantee. Podemos asegurar que Europa se encuentra, en estos momentos, en las manos de Alemania, si se pretende caminar hacia una unión fiscal de la eurozona y con posterioridad hacia los eurobonos. Y sinceramente, no veo otra salida, si el objetivo es mantener el euro y el mercado común de la Unión Europea.
El cambio o reforma del tratado llevaría su tiempo y Europa no puede esperar a tenerlo aprobado para que el Banco Central Europeo (BCE) intervenga de forma contundente. Sarkozy cree que el BCE debe intervenir y ampliar su programa de compra de bonos soberanos de los países que más se ven expuestos a los vaivenes del mercado. Pero por otro lado, Merkel no es partidaria de la intervención del BCE de forma masiva en la compra de deuda soberana en el mercado secundario. Funcionarios franceses de alto nivel comentan a disgusto cómo, por un lado, Alemania exige la independencia del BCE y por otro pretenden influir en el mismo con las críticas negativas que hacen a las políticas monetarias del BCE.
Y con todas estas situaciones de debilidad y luchas internas de la Unión Europea, reaparece con más fuerza que nunca una duda en el horizonte: la recesión. Si esta es más fuerte y duradera de lo esperado, ninguna de las posibles soluciones en las que se están depositando esperanzas servirán. Lo que sí parece claro es que se está produciendo un efecto positivo, que parece motivado porque a los mercados les gusta la idea de que el 9 de diciembre se puedan tomar decisiones que cambien el rumbo de la Unión Europea hacia una unión fiscal y por ende a los Estados Unidos de Europa.
Raquel Lucía Pérez Brito
Economista, abogada y licenciada en Ciencias Políticas
@errelu
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