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En la última cumbre europea,  se esperaban decisiones contundentes para dar comienzo a una unión fiscal dentro de la eurozona. Pero al pretender dar dichos pasos, por la vía de la modificación de los Tratados de la Unión, se evidenció que intentar resolver la crisis de la deuda soberana puede provocar la ruptura de la Unión Europea tal y como la conocemos.
De los veintisiete  países que forman la Unión actualmente diecisiete están dentro de la zona euro y diez no lo están. Entre estos últimos hay quienes desean unirse a la eurozona, pero que aún tienen que cumplir con los criterios de adhesión, como es el caso de Lituania; otros, como es el Reino Unido, que tienen claro que no se van a unir y por último, los que están en un estado intermedio. Está claro que este grupo, además de ser minoritario, es poco homogéneo, con intereses distintos y escasamente cohesionado.
El pasado viernes se planteó la necesidad de modificar los Tratados de la Unión Europea con el fin de homogeneizar, dentro de la zona euro, una política fiscal y de estabilidad. Cualquiera de los veintisiete Estados tiene derecho de veto cuando se trata de modificar los Tratados y eso fue precisamente lo que ocurrió. La actuación de David Cameron era previsible, él sentía la obligación de tensar la cuerda y amenazar  con el veto con el objetivo de conseguir prebendas a favor del Reino Unido. Pero su posicionamiento, quizás, fue excesivo y la respuesta fue unánime ante sus reivindicaciones, quedándose sólo con sus planteamientos.
El resto de países, no solo los pertenecientes a la eurozona, decidieron crear una unión fiscal fuera de los Tratados europeos para evitar el veto del Reino Unido. Ya se está trabajando en la manera de redactar un documento o tratado separado por la vía de “la cooperación reforzada” o por el artículo 136, que permite “fortalecer la coordinación y supervisión de estabilidad presupuestaria”.
Creo, sinceramente, que el camino más rápido, en este caso, no es el mejor. Es conveniente llegar a un acuerdo con Cameron dedicándole el tiempo que corresponda. Reino Unido tendrá que ceder más que la eurozona ya que no puede permitirse el lujo de desvincularse del mercado único europeo. En Londres, tanto Nick Clegg, líder de los demócratas liberales en el Gobierno, como el líder laborista en la oposición, Ed Miliband, no han dudado en advertir a Cameron que su postura de veto podría dejar aislada al Reino Unido y perjudicar seriamente a las empresas británicas.
Nos encontramos con una nueva crisis, la de la Unión Europea, sin haber resuelto la crisis de la deuda soberana. En estos momentos los países que no pertenecen a la zona euro deberían preguntarse, en primer lugar, si deberían o no ingresar en la eurozona y si la respuesta fuera negativa, si realmente quieren permanecer en una organización con la que cada vez tendrán menos en común. Es posible una “Nueva Unión”, con menos Estados miembros y con un mercado común más reducido, y todo ello para mantener al euro.